Las ventajas de los sistemas industrializados proponen técnicas y herramientas que suponen una optimización en los procesos y costos de construcción de viviendas. En este artículo profundizaremos nuestros conocimientos sobre los sistemas industrializados para la construcción de viviendas «in situ» (en el lugar).
Se llaman in situ a los distintos sistemas que llevan una gran parte de su elaboración en el sitio de la obra, como ser hormigones colados en encofrado o proyectados en sucesivas capas sobre paneles de poliestireno expandido y armaduras de acero.
Este es un sistema constructivo total, aislante termo acústico y sismo resistente de última generación que se utiliza desde hace veinte años a nivel mundial, habiendo obtenido óptimos resultados no sólo en la construcción de viviendas unifamiliares, sino también naves industriales, construcciones especiales y edificios de gran envergadura, con una gran reducción en los costos de construcción.
El sistema in situ es integrado por una gran gama de paneles que permiten realizar todos y cada uno de los elementos estructurales y de cerramientos para consumar una obra, por más compleja que esta sea.
Los paneles de este sistema están formados básicamente por una placa ondulada para generar mejor adherencia del hormigón, de poliestireno expandido de dimensiones y densidades adecuadas a cada requerimiento (ya sea estructural o termo acústico) y una doble malla de acero de alta resistencia, por donde se intercala la placa antes mencionada, vinculadas entre sí por conectores electro soldados.
Trabajo en Obra.
El montaje es realmente sencillo gracias al poco peso de los paneles componentes del sistema. Para las fundaciones podrán utilizarse tanto una platea de hormigón armado o una zapata corrida, en las cuales se colocaran «pelos de espera», formados por hierros estructurales de una altura entre treinta a cuarenta centímetros, a razón de 2 o 3 por cada metro lineal de muro. Luego se colocan los paneles apuntalados y aplomados, y se los unen a estos «pelos de espera» entre sí mediante simples alambres.
Después de colocados los paneles mediante una simple acción de corte, se abren los vanos donde irán ubicados las puertas y ventanas de nuestra obra, dejando la holgura necesaria para que quepan los marcos de las mismas. En las esquinas de las aberturas se colocan mallas de refuerzo para soportar las tensiones actuantes en aquellos puntos.
Seguidamente deben realizarse las canalizaciones en el poliestireno, para colocar las diferentes instalaciones necesarias en la casa, mediante una pistola de calor que deprime al mismo sin dejar residuos, dando una rápida solución a la colocación de los diferentes conductos.
Una vez finalizadas las operaciones descritas se procede a la proyección del hormigón, que puede realizarse por medio de elementos de proyección neumática o bien por maquinaria de proyección continua. En todos los casos el hormigón proyectado siempre debe superar o tener al menos un espesor de tres centímetros, para lograr una correcta sustentación estructural. Esta operación se ejecuta en dos pasadas: la primera de unos dos centímetros que cubre la malla de acero y una segunda de terminación hasta el nivel final del muro. Para ello se utilizarán guías a modo de fajas por los cuales se cortará el concreto en el espesor indicado.
Los enlucidos o revoques finos serán a elección del proyectista (arquitecto, técnico o ingeniero) pudiendo utilizar cualquiera de los materiales convencionales ya sea yeso, salpicado plástico, enduido o pinturas.
Cuando llegamos a los planos horizontales o inclinados, ya sea un entrepiso o bien el techo de la casa, una vez que se encuentren colocados y vinculados entre sí, se apuntalarán y luego de la primera proyección de concreto en la cara inferior se procede al colado de la capa de compresión, de unos cinco centímetros de hormigón convencional, según las necesidades estructurales.
Una vez concluidas estas operaciones se comienza con las terminaciones definidas en el proyecto, admitiéndose en principio cualquier tipo de material para su acabado.